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27 Reconoce tus errores antes de que otros los exageren. Andrew Mason   por   puntoedu
 
 
Arcadia 5/3/2012 | 11:49:01 a.m.  
 
Aprender a Jugar
Los peligros de Internet, afectan en qué modo el futuro de los niños ¿Qué puede hacer un adulto que usa medianamente la computadora para controlar ese proceso?
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  Internet y sus peligros   niños en internet   niños en peligro   juegos de PC   Juegos en internet      
 

Si está buscando un juego para sus chicos en la computadora, y el niño se encuentra a su lado, corre el riesgo de ingresar en sitios que lo inundarán de imágenes que le será difícil explicar o lo que es peor, difícil de borrar de la retina de sus hijos.

En Internet, ignorar es el peor método. Conozco padres que dicen que como no entienden nada, no saben lo que hacen los niños en la red.

Malas noticias para esos padres: tendrán que aprender o contratar a alguien que haga esa penosa labor por ustedes, digo penosa, porque Internet me ha cambiado el concepto de palabras como “privacidad”, “respeto por la intimidad de los menores”. La frase “confianza en lo que hacen los niños”, es algo que hay que tomar con cuidado, eso es ignorar que hay una etapa en la vida de los niños en donde es casi un cliché la ruptura del diálogo entre adultos y jóvenes o adultos y niños, según el caso, de manera que el adulto tendrá que encontrar un medio para averiguar lo que hacen los chicos, aún cuando éste no les cuente lo que hacen.

Hay que asumir la realidad, la biología nos condiciona a que ocurra una ruptura de diálogo, sin importar le edad de separación entre padres y adultos, porque el rol de cada componente de la familia es un problema biológico insalvable. El adulto instintivamente asume esa relación contaminado con su propia experiencia y vivencias, mientras que el joven o niño enfrenta los mismos hechos como tabla rasa.

Se denomina inteligencia el hecho de encontrar soluciones usando la experiencia y la inferencia, de manera que el “equivocarse” es parte del proceso en el que el adulto poco y nada puede intervenir. El desarrollo de la inteligencia depende de que el adulto aplique una sutil dosificación de la transmisión de esa experiencia para que el receptor pueda tenerla en cuenta; mucho es rechazada, poco es insuficiente. Por otra parte la resolución de permanecer “dentro” de sí mismo de un niño se debe tomar como la afirmación de su carácter, sin importar si la etiqueta es “tímido” u otras.

Muchos padres rechazan la mesura y directamente se dan por vencidos, no encuentran el punto justo y abandonan.

En Internet los callejones son oscuros e infinitos, hay atracciones de todo tipo. Cómo enfrentar semejante monstruo.

Con información dicen los psicólogos, maestros, educadores, el padre piensa: ¿más?, es como combatir armas con armas.

Esto presenta un gran desafío porque la tecnología y sus usos van más rápido que la reacción de lo que provocan y más rápido que los métodos de control, algunos se escudan tras la frase: los chicos son más rápidos que uno. He escuchado esa frase a padres que incluso son expertos informáticos, no sin revelar cierto orgullo en esa declaración.

En mi opinión personal, no hay forma de combatir lo que Internet ofrece sencillamente porque hay cientos de miles de personas abocadas a lo contrario, es decir: a tentar, a grandes y chicos, en cuanto se cuela una idea que da algún tipo de resultado, ahí aparecen cientos de personas intentando llevarla a cabo, sin que haya ninguna reflexión sobre lo que esa idea provocará; incluso hay cierto estímulo extra, al esperar que la idea los conduzca a notables éxitos como son ejemplo de ello, Google, las punto com,  Microsoft, etc.

Ya lo dice una famosa frase que se le atribuye a Bill Gates: En el futuro el que no tenga un negocio en Internet, no podrá subsistir como negocio. Ese futuro del que hablaba Gates es hoy, de manera que ya no hay tiempo para reflexionar sobre si era una exageración o no, se ha vuelto tan real que la gente que vive al margen de ello es prácticamente invisible, tal como fue vaticinado.

¿Y entonces qué hacemos?

Me hice esta pregunta durante mucho tiempo, pues al ser una entusiasta de nuevas tecnologías, siempre me he encontrado con esa pregunta: qué se hace con los niños cautivados por este nuevo monstruo.

Mi respuesta a los padres ha ido variando con el tiempo, pero siento que cada respuesta no ha quedado obsoleta, al principio era: “Internet es un tren que corre y no espera a nadie, vos te subís a él o no, el que no, no llega a ninguna parte. No importa cuánto se gasten en gritar que Internet conspira contra la esencia del hombre, que es la de ser un ser social por naturaleza, tal vez lo que hay que cambiar es la frase; el hombre es social por naturaleza mientra su supervivencia dependa de ello”, estoy convencida que pretender detener los avances tecnológicos, con controles o con prohibiciones es absolutamente infructuoso. Siempre el hombre ha encontrado el modo de superar ese tipo de imposición, porque sencillamente esa sí, es una constante en su naturaleza: sin la testarudez y la persistencia no hubiéramos llegado a lo que llegamos hoy.

Con un poco más de comprensión, por mi parte,  sobre el vértigo y la inseguridad que generan los avances tecnológicos mi segunda respuesta fue: “Nunca se sabe cual es el futuro del hombre, y qué habilidades va a necesitar desarrollar para transformarse en un ser humano exitoso que puede sobrevivir en la evolución que le espera, el ser social, tal vez no será un modo de conseguir el objetivo para subsistir, tal como se concibe hoy el ser social”.

Sobre este punto, tomo como ejemplo a mi generación, que siendo observados por nuestros padres, con preocupación, debido a nuestro empeño en permanecer encerrados en nuestras habitaciones oscuras a la luz de la pantalla, parecíamos una generación perdida, sin embargo fuimos los primeros en estar preparados para, la luego denominada,  era tecnológica.  También desarrollamos habilidades en áreas no tecnológicas aún mejores, ampliadas y afiladas, respecto a los que rechazaban la tecnología como concepto que contravenía el mandato del hombre, el ser social. Los compumaníacos, como nos decían, estamos inundando la Internet de arte, literatura, deportes, música, información, negocios, bancos y todo lo que la sociedad identifica como el dinamismo del adulto exitoso, nos movemos con soltura, en una variedad de temas e intereses que ha desarrollado nuestra actividad social a límites nunca antes alcanzado.

Y aún así, hay padres que no comprenden que el aislamiento de un niño encerrado en un cuarto desarrollando cualquier actividad que le apasione, es tal vez la puerta de su futuro como adulto.

Esto no quiere decir que olvido por un momento los peligros que se ciernen en Internet sobre las cuestiones con las que comenzó este artículo, sino que lo que estoy diciendo que en el prohibir, o controlar, etiquetar y rechazar no está la solución.

Conozco empresas que cierran los canales de comunicación entre sus empleados, chats, salones de foro, blogs; en mi experiencia como líder de Proyectos encontré esa actitud completamente negativa. En principio es porque el mantenernos interconectado es lo que nos hace crecer; el poder averiguar cualquier respuesta, ofrece soluciones creativas, innovadoras, desarrolla la curiosidad y la ambición intelectual. Pero hay mucha pérdida de tiempo, dicen los empresarios, pero el aprovechamiento es superior y nada se pierde, todo sirve para estrechar los infinitos e invisibles lazos que la imaginación enciende en nuestro increíble cerebro, cómo saber cual de esas actividades lo desarrollará mejor.

Me parece más productivo dejar que la imaginación haga lo suyo; resultaría muy difícil saber si una buena idea surge de una charla o de la lectura de un informe, tiendo a creer que es de ambos. Por otra parte, al mal empleado, al que usa esa libertad para no trabajar se le nota rápido que no aprovecha ni el recurso, ni la libertad, de manera que se caerá por su propio peso.

¿Y entonces qué se hace con los niños?, no sé la respuesta, pero por experiencia directa sé esto: aplico el “factor” tiempo, que significa, usar el tiempo para estar a su lado, sentarme, hora y horas, con alguna propuesta manual o de lectura de cuentos o de teatro o plaza o cine. Conozco padres que inundan a sus hijos de regalos, se lo entregan y se olvidan de él por las próximas horas, es decir la principal actividad del adulto es ofrecerle actividades alternativas al niño que no le ocupen su propio tiempo, natación, ingles, juguetes, origami.

En mi caso lo que hago es sentarme, abrir el regalo, “descubrir” el juguete a su lado y pasarme horas y horas ideando y transgrediendo los usos del juguete con lo que mejor me da la imaginación.

Eso me ha dado el mejor de los resultados porque cuando llego, y está en la computadora, no se queda allí, sino que sale a mi encuentro y me pregunta: ¿hoy a qué jugamos?

Creo que la respuesta, con o sin tentaciones tecnológicas, siempre ha sido la misma: el tiempo, pero no el de la palabra, sino el de la acción, nada suplanta en el niño el tiempo y atención de un adulto, y con esto no me refiero a observarlo y quejarse, vigilar y controlar lo que hace, sino a sentarse con él y compartir lo que él hace, “usar” el tiempo con él, y no sentir que se “pierde” el tiempo con él.

La respuestas es siempre la misma, el asunto es que aquellos que están “tomados” por la Internet, los adultos, ¿pueden soltarla y darle ese tiempo al niño que está a sus espaldas esperanto que ustedes liberen la computadora para ser usada por él?

Entonces mi respuesta a qué hacer con los niños es esa: apague en este momento la computadora y salga con el niño a comprar un helado, lleve tal vez lápices, e invente títeres con las servilletas y el guión de una historia para contarles, en vez de leer este artículo, aprenda a jugar.

 

 Ana Abregú

 

El presente artículo fue inspirado en las muchas veces que me preguntan los padres, qué hacer con los hijos que se encierran horas, frente a una computadora. Les pido disuculpas por la respuesta, ya que en realidad, no hay respuesta, sino lo que cada uno está dispuesto a hacer. Es mi humilde aporte en relación a enfrentar la misma pregunta día a día.

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